El K es absorbido (del suelo) por las plantas en forma iónica
(K+).
A diferencia del N y el P, el K no forma compuestos orgánicos en la
planta.
Su función principal está relacionada fundamentalmente con muchos y
variados procesos metabólicos. El K es vital para la fotosíntesis.
Cuando existe deficiencia de K, la fotosíntesis se reduce y la
respiración de la planta se incrementa. Estas dos condiciones (reducción
de la fotosíntesis e incremento en la respiración), presentes cuando
existe deficiencia de K, reducen la acumulación de carbohidratos, con
consecuencias adversas en el crecimiento y producción de la planta.
Otras funciones del K son:
- Es esencial para la síntesis de proteínas.
- Es importante en la translocación de metales pesados como el hierro
(Fe).
- Ayuda a la planta a resistir los ataques de enfermedades.
- Es importante en la formaicón de fruta.
- Está involucrado en la activación de más de 60 sistemas
enzimáticos que regulan las principales reacciones metabólicas de la
planta.
Una función importante del K en el crecimiento de las plantas es la
influencia de este nutriente en el uso eficiente del agua. El proceso de
apertura y cerrado de los poros de las hojas, denominados estomas, es
regulado por la concentración de K en las células que rodean estos
poros.
La escasez de K no permite que los estomas se abran totalmente y
que sean rápidos al cerrarse. Esta condición hace que el estrés que
sufre la planta por falta de agua sea mayor.
Los síntomas de deficiencia de K aparecen en muchas formas. uno de los
síntomas más comunes de carencia de K es el marchitamiento o quemado de
los márgenes de las hojas. En la mayoría de los cultivos el quemado
aparece primero en las hojas viejas, especialmente en gramíneas.
Las plantas con deficiencia de K crecen lentamente, tienen un sistema
radicular mal desarrollado, los tallos son débiles y el acame es común.
Las semillas y los frutos son pequeños y deformes y las plantas tienen
una baja resistencia a las enfermedades.